Ni cumbia, ni cuarteto, ni siquiera un pasodoble. Puede sonar a viejazo recalcitrante pero también a un tiro para el lado de la justicia musical.
Si bien suele tomarse por costumbres propias, fiestas “adoptadas” (como Hallowen, San Patricio y hasta San Valentín) u otros hábitos que nada tienen que ver con la Patria Gaucha, el extremo parece estar dado por esos ritmos latinos, de cadera generosa y cierta sensualidad según dicen. Cómo la bachata se metió a todo volúmen en los stéreos de los jóvenes parece inexplicable.
Porqué se produce una suerte de revolución cada vez que en la pista suena esa extraña guitarra de no sé cuantas cuerdas y melodías pegajosas, que se quiebran en el oído de tanto y tanto repetir ?. Misterios que nada ni nadie develará. Pero como siempre debe averiguarse lo que no se sabe, nada mejor que indagar en las raíces mismas de éste ritmo centroamericano.
Dicen que nació en los ‘60 y que desciende del bolero aunque también se emparenta con el son, el chachachá y el merengue. Y que su denominación equivale a “fiesta” o “juerga”. José Manuel Calderón fue su primer famoso cantante aunque con aires marginales que la llevaban a sonar en el campo o en prostíbulos. Ganó popularidad en los 80’ con Juan Luis Guerra aunque su explosión mundial es relativamente nueva.
La primera sensación, sin tener oído de pianista es que todos los temas suenan repetidos; que la mayoría salieron del mismo molde y hasta basados en la misma triste historia: abundan los engaños y las traiciones e inexorablemente, se sufre por la pérdida, la huída de la mujer con el mejor amigo (sobre todo a partir de ese momento, claro) o amores no correspondidos que rara vez tienen final feliz. Uno está bien, dos quizás pero el tercero ya empalaga. Y no por falta de romanticismo justamente.
Se sabe sí que llegó al país con la fuerte migración proveniente de República Dominicana y que irrumpió a partir de exitosos intérpretes como Romeo Santos y Prince Royce, morenos agraciados que baten récords de venta de discos y de seguidore/as en las redes sociales. Algo tiene que ver con sus parientes latinos, la salsa y el reggaeton aunque existen tiempos musicales diferentes sobre todo para bailar. Para salir a la pista no hay que ser un iluminado pero lo básico está en los pies y en la cadera. Y en dejarse llevar por el ritmo bien pegado a la compañera, como debe ser, dispuesto a sentir casi las mismas sensaciones. Aunque sobre actitud, la cadencia no puede faltar aún a riesgo de algunas sesiones de kinesiología o de terminar en una bañadera con hielo.
Se tratará de una moda pasajera ?. Una revolución inexplicable que hace mover los pies ? o será quizás un fenómeno a la inversa como ocurre con el tango en Japón o el folclore en cualquier parte del mundo ?. Todo puede ser cuando se habla de gustos, ahí donde nada está escrito y lo más insólito puede ocurrir. En tierra de inmigrantes se baila lo que está impuesto: rock, twist, pasodoble, flamenco, samba, chamamé, cueca y lo que dé. Pero el fenómeno bachata ciertamente no se compara con nada. Como cierre, una anécdota tragicómica. El, un padre de familia, trabajador petrolero. Eufórico y feliz en una fiesta no puede disimular su llamativa habilidad para bailar bachata. “De dónde bailás vos tan bien esa música. O acaso te fuíste al Caribe y no me avisaste”, reprochó esposa enojada, al borde un ataque de nervios suponiendo que Dominicana quedaba acá nomás a la vuelta. O que las habilidades para la danza -no en éste caso- son innatas y no producto de una noche de moreno candor prohibido. Y claro, el intercambio cultural sí que es una cosa seria.
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