Los bailes que proceden de las
islas del Caribe tienen siempre una excelente acogida en los países europeos,
siguiendo la estela de la difusión de los viajes organizados a Cuba, Santo
Domingo y Jamaica. Una de las razones de dicho éxito es que estos bailes
responden perfectamente a una necesidad difusa de socialización: son bailes de
pareja que, una vez aprendidos, permiten divertirse en las pistas de los
locales especializados en ritmos tropicales.
No existen reglas fijas, pasos o
figuras codificadas a las que haya que atenerse rígidamente: cada danza se
modifica en función del tipo de música, de la situación, y hasta de las
características del país en el que se baila.
En general, los bailes caribeños
se basan en el desplazamiento del peso del cuerpo de un pie a otro con un
movimiento fluido, similar a una onda que sube de los pies a la cabeza, y que
baja de la cabeza a los pies.
Los movimientos no deben
repetirse mecánicamente, sino que hay que dejarse llevar por el ritmo de la
música: el objetivo es poner en marcha todas las partes del cuerpo de un modo
armónico. Mientras se desplaza el peso de un pie al otro y se deja oscilar el
cuerpo lateral y frontalmente, lo más difícil es imprimir ese movimiento al
resto del cuerpo. Hay que sentir la música y dejarse llevar por la pasión.
Para todos los bailes caribeños se ha generalizado la práctica del baile en rueda. Parte de una formación en círculo de varias parejas que, guiadas por un "Líder", hacen figuras (vueltas) y cambios de parejas. Se puede decir que es como una coreografía ya que todos los participantes deben conocer las vueltas y voces de mando de su "Líder".
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